Derechos de Sombra

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Todo libro de poemas nace de una expectativa, de un intento de conciliación del poeta con algo que todavía no tiene nombre, un ejercicio de extrañeza que añade certidumbre a lo desconocido. La poesía parte de una confrontación que muy pocos logran materializar en amparo, en consternación, en canto. Y esto ocurre cuando las palabras tranquilas logran arrastrarnos por los lugares más inverosímiles del alma, por todas las versiones de la luz deseante. Este libro es uno de esos escasísimos casos. Estamos ante un poeta que da nombre a lo que nos pertenece, que discurre por el territorio de lo sagrado, y eso es ciertamente más. Con un lenguaje límpido y plural, de hondo lirismo -sin adiposidades-, que no rehúye de los venenos de la palabra urgente, Derechos de sombra es un viaje por los recovecos más exigentes del destello; es un canto preciso que nos ampara ante la oscuridad del mundo, ante los abismos y sus vísperas necesarias. A través de esta sutilísima tensión con la palabra, Pedro Villarejo deslinda las estrictas umbrías para que retumben en lo más hondo de nuestra extrañeza los ecos del resplandor. Porque sabe bien que “en todo lo esperado la luz se sobresalta”, nos ofrece a través de estos poemas una mano indicadora que ayuda a proyectar lo eterno en cosas muy concretas, las mismas que, ahora sí, completan aquel humano tesoro de la conciencia vigilante. Alejandro Simón Partal

ISBN/13:

Num. Páginas:

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Encuadernación:

Año:

Editorial:

Idioma:

Temática:

9788416422180

82

150x210

Tapa blanda con solapas

2019-11-12 12:05:50

Punto Rojo Libros S.L.

Español

Poesía (DC)

Pedro Villarejo habla con la franqueza de quienes aman la verdad: la verdad de la belleza que acaricia el árbol frondoso de la lírica. Ama, sobre todo, a aquellos que se detienen ante la sombra de la hermosura, buscando un retazo de su luz al mediodía. Su escritura tiene la energía del aliento, la brevedad intensa del fugitivo arcoíris. El no lee poesía, la saborea , la fotografía, la degusta . Contempla, sin prisa, como caminante que no desea perderse la belleza del camino. Sus metáforas preciositas son arabescos espaciados, rociados con aromas de robles y encinas . Pedro sabe que el estado natural del hombre es la felicidad; solo se detiene ante la pena cuando encuentra un obstáculo para la dicha, y se detiene hondamente, porque él tiene, no la ha perdido, el entusiasmo, la lira, el asombro de un niño con su alma que empieza. Porque a Pedro le gusta vivir como si todo estuviese comenzando. Su vida es un amanecer hacia la luz, un abrazo entre amigos, por eso tiene siempre la palabra precisa, como un reloj cuyo oficio es solamente dar la hora. Ignacio Díaz Galán

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