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A poco que se retire este frío fronterizo que levita estaciones, regresaré a soñar desde tu cuerpo desnudo para evitar el olvido, aunque de ti ya nada quede en mí. Pero ahora que comienza la vida, tras el sueño apagado del invierno, he sentido subir en mí ese sol de primavera joven, como tú eras, en la irresistible hora de la sangre.
No se puede prescindir del inicio de la vida siempre encinta e indefensa, por eso vuelven las flores, el beso, el sol y los aguaceros heridos; el recuerdo al aroma de tu carne y las mañanas de abejas quebradas.
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