Resulta ser un relato novelado licencioso, dado que su trama discurre por entre una narrativa
dadaísta y por ende surrealista, para glosar y loar a la Ciudad de Cádiz. Todo lo aquí narrado
pudiera no haber acontecido jamás, como pudiera haberlo hecho respondiendo a un literario
eco zumbón y espontáneo. La tragicomedia existencial suele recurrir instintivamente al sentido
del humor consustancial al dadaísmo para distorsionar las intenciones e interpretaciones
esenciales y existenciales del devenir humano. Gracias al histrionismo de su relato, queda por
tanto autorizada la sabrosa ingesta y saludable digestión de las distintas formas literarias
utilizadas para narrar la vida fantasmal, sus sorpresas y mamarrachos. Es un relato esotérico
de vocación esperpéntica propio de la filosofía existencial y de un pálpito sentimental sureño.
Como decía Marcel Duchamp: “El arte es una forma de rebelión contra lo establecido”
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