A Carlos la vida le hace madurar muy pronto, de golpe. Uno nunca está preparado para los reveses del destino, pero si todavía no tienes ni la veintena, el panorama torna en un tono todavía más oscuro. Rachel será para él el agua caída del cielo, esa protagonista tan perfecta de una novela aún por escribir que parecía imposible que existiese. En defini-tiva, su bastón en el que apoyarse. Lo tenían todo para ser felices —y, de hecho, lo eran—, sin embargo, las personas tendemos a cambiar la historia predefinida y complicarnos la existencia cuando todo parece venirnos de cara.
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