El viajero traslada, sobre todo, su silencio. O, mejor aún, el significado de su silencio. De ahí que todo viaje, al final, constituya una forma de conocimiento. Conocimiento fundamentalmente interior, de donde han de derivar necesariamente todos los demás
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Las palabras son capaces de señalar, aunadas en un discurso, la contradicción. De ahí que merezcan toda nuestra fiabilidad, pues en ellas puede estar nuestra salvación
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¿Viene hasta aquí el viento de mar, que es liberador y nostálgico a la vez, o la nostalgia la propicia el rumor de la orilla?
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