En el primer poemario se pueden destacar algunas ideas recurrentes: Es muy juanramoniana la aspiración del poeta a convertirse él mismo en poema. De ahí las referencias a la función misma del lenguaje, como se ve en Sapiens o en Los signos. El poeta lo transforma todo conscientemente (y expresamente) en palabras para dar otra existencia a la realidad, sea la propia vida interior o bien el espacio físico por el que se mueve en sus caminatas diarias. Dada la edad del autor, los recuerdos de la infancia se enlazan fecuentemente con las vivencias del presente: cuando “se junta/la cándida primera luz del alba/con el brillo rojizo/que precede a la noche”. La idea de pertenencia al cosmos está presente tanto en lo más circunstancial, (la reparación de una avería en el sistema de riego), como en la evolución del planeta hasta convertirse en un espacio habitable. El segundo poemario (PROFUNDO OLVIDO) pertenece a una etapa anterior (años ochenta). Si el primero refleja la residencia a orillas del Mediterráneo, el segundo muestra el tiempo vivido a orillas del Cantábrico, donde el autor ejerció su profesión. Está muy presente el entorno geográfico donde el poeta vivió esos años, frente a la ría del Nervión. El amor aparece como una sublimación simbólica del verano a orillas del mar; junto a temas ya presentes en el poemario anterior: el hecho mismo de escribir o la formación de la propia identidad personal. En el epílogo se incluyen cuatro poemas pertenecientes al momento presente en los que se narra la desolación producida por el derribo del pueblo de Pedrosa y su desaparición bajo las aguas del embalse, y la diáspora de sus habitantes.
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