Manuela es una chica normal, trabajadora, guapa, joven y soltera. Ciertas circunstancias la hacen caer en un idilio, porque un varón senil, culto, con experiencia, somete su corazón y su cerebro, aun sabiendo el veterano de la vida que el amor terreno y el divino son polos inalcanzables. Ella los alcanza, una vez casada. El amor terreno no olvida el amor divino que practica con su marido, que como padre paternal o abuelo —si cabe por la apariencia—, a pesar de la distancia de años que los separan, en comunión viven una felicidad que muy pocos alcanzan. Pero el desenlace no se puede contar, hay que leerlo y meterse al mismo tiempo en los sentimientos de los personajes.
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