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Acerca del autor
Loli Romero Maroto, nació en 1953, en un rinconcito del Pantano de los Bermejales, Arenas del Rey (Granada), donde se crio y pasó sus primeros años de vida. Tuvo una bonita infancia, aunque fue marcada por un misterioso miedo a la muerte desde muy temprana edad. Su vida se ha desarrollado en el seno de una familia muy numerosa, compuesta por sus padres y diez hermanos más.
Sensible y soñadora, con el sexto sentido algo desarrollado desde pequeña. Amante de la música, el baile y la lectura…, viajera por el mundo y satisfecha de encontrar la verdad que ilumina su alma.
Se casó muy joven y ejerció de ama de casa, dedicándose al cuidado de sus tres hijos, a los cuales tuvo que criar y educar sola, ya que la vida la sorprendió dejándola viuda a la temprana edad de 29 años.
Después de pasar por la experiencia tan cercana de la muerte de su marido, se dedicó a buscar y
encontrar el sentido de ésta vida que había perdido.
Cuando menos lo esperaba lo encontró y descubrió que la muerte no existía, a través de infinidad de experiencias que vivió, comprobando que la vida es mágica, que es eterna y que perdura por encima de la muerte. Este conocimiento ha querido dejárselo a sus hijos y nietos…, y para que no lo olviden, ha decidido relatarlo en este libro como un legado para futuras generaciones, bajo el título:
LEGADO DE UNA MUJER VALIENTE
José Luis Vallejo Cobos nació el día 21 de Noviembre de 1947 y murió el día 1 de Diciembre de 1982, a la edad de 36 años. Fue una persona sencilla, valiente y audaz, servicial, alegre y dicharachero.
Muy trabajador, un manitas, haciendo todo aquello que se proponía con mucha imaginación. Muy cariñoso, especialmente con los niños, con los que disfrutaba jugando, poniéndose a su altura…, era como un niño grande.
José Luis, fue un ser de una calidad humana extraordinaria, que amaba la vida y por encima de todo a su familia, un marido maravilloso y un gran padre que adoraba a sus hijos, además de fiel amigo de sus amigos. No era un hombre perfecto, no, tenía sus defectos y errores, como ser humano que era…, pero su corazón albergaba tanto amor, que hacía de él, un ser especial, derrochando generosidad
por todos los poros de su piel.
Era sensitivo y no temía a la muerte; en alguna ocasión, su visión traspasó la línea de este plano físico, llegando a ver a su abuelo después de llevar un tiempo desencarnado.
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