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Acerca del autor
Natural de Córdoba, donde cursó sus estudios de Medicina, obtuvo el Grado de Doctor y el
título de Especialista en Pediatría como MIR en el Hospital Universitario Reina Sofía, pronto ligó
su destino profesional a Sevilla, donde lleva la mitad de su vida como responsable de
Endocrinología Pediátrica en el Hospital Universitario Virgen de Valme además de ejercer como
Profesor de Pediatría de la Universidad Hispalense, Jefe del Servicio de Pediatría del Hospital
Quirónsalud Infanta Luisa y Académico Correspondiente de la RAMSE. Vive la Pediatría como
“el arte de combinar la ciencia con el amor a los niños”. “Los niños son nuestra mayor garantía
de progreso, de vida, porque sin niños no tendríamos nada”. Su pasión oculta es la poesía
donde expresa con pasión sus vivencias personales.
Si quisiéramos definir con una sola palabra el amplio espectro vocacional de Rafael Espino
Aguilar, yo diría que es el amor que cura los dolores, tanto del cuerpo como del alma, con la
magia de la musicalidad de sus versos. Rafael, ya a los once años, mostró sus dotes poéticas
con el “Puentecito blanco”, de sorprendente brillantez, con el que inicia este viaje por el interior
de su vida y de su alma a cielo abierto, con el bisturí de la belleza de sus versos. Estamos
hablando de “amor, siempre amor, infinito amor” que tanto recuerda a aquel “un beso, mil
besos, cien mil besos” del poeta Cátulo de la antigua Roma. Y es que el amor no tiene edad y
mora hasta “en el filo del crepúsculo dorado donde el frío de la noche escarcha”. Poema
insuperable, al igual que “Luna de día” y el verde esperanza lorquiano que enseña la lección
geométrica de su filosofía unamuniana. Realmente, José Hierro no se ha ido, vive en sus
poemas, en ese “mientras me quede un soplo de vida estaré junto a tu lado” que aleja “la
soledad tenebrosa” y los miedos, con ese punto de luz al infinito de su poesía.
Sus poemas son sólidos, equilibrados, con un relato clásico que entrelaza modos descriptivos
con los puramente narrativos, y que cobran valores simbólicos de amor, solidaridad,
sufrimiento, justicia y verdad, expresados unas veces al ritmo fuerte trocaico como golpes de
campana, y otras veces con la dulzura dactílica y melódica que en ocasiones hacen brillar los
ojos al lector. Son Poemas brotados del corazón. Un libro para siempre.
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