Esta es la historia de un hombre que no podía recordar su pasado, pero que podía entender el canto de los pájaros. Una historia real, de un hombre que intentaba recordar el niño que fue y que en ese intento tuvo que regresar al bosque de la infancia, como quien talla su nombre en la corteza de un árbol, para recordar cómo era la vida antes: antes del viaje, antes del brote, antes de la traición, antes de que lo borraran con electricidad. Ese hombre se llama Luis Carmona, pero también se llama Miguel Río. Y es poeta, un poeta olvidado por su propia memoria, que se empecinó en recordar y en escribir, no solo poemas, también declaraciones, demandas y testimonios.
Esta es la historia de un hombre que, contra todo pronóstico y desafiando diagnósticos, medicamentos, vacíos de memoria y silencios, saltó más allá de su departamento, más allá de su ciudad, incluso más allá de su país, para denunciar lo que otros callaban, para escribir lo que solo él vivió.
A medio camino entre la crónica, el testimonio y la novela, este libro nos recuerda que la esperanza, entendida no como un sentimiento, sino como una disciplina, es la práctica de insistir en tu propio valor. La confirmación de que un hombre puede perderlo todo y seguir siendo poeta. Que puede ser llamado Miguel Río por accidente y Luis Carmona por justicia. Que ambos nombres le pertenecen y que la esperanza puede ser el principio de un recuerdo.
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