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Ficha Técnica

ISBN-13:
9791399045697
Num. Páginas:
188
Tamaño:
150x230
Encuadernación:
Tapa blanda con solapas
Año:
2025
Editorial:
Las Lolas Editorial
Idioma:
Español
Temática:
Poesía (DC)

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Acerca del autor

VICENTE  DE LA SERNA
VICENTE DE LA SERNA
Autor
Vicente de la Serna afirma que nació en el mundo del arte al momento en que la profesora de segundo básico le aceptó el dibujo de un caballo, como un dibujo que no era para un niño de su edad, por la mirada quieta del caballo y por las proporciones del mismo.           En la ocasión, la profesora lo llevó ante la directora, la que hizo llamar a su madre. La madre afirmó que en casa ella no tenía tiempo para excepciones, que son siete hijos a los que tiene que atender y que éste tiene el alma desordenada, seguramente por culpa del abuelo: un borracho cantor de tangos que le mete eso del arte al niño en la cabeza, con un libro que le compró para el que trabajó tres meses para pagarlo, porque será borracho pero no es ladrón y afirma que su nieto, y fíjese que tiene como veinte, pero aquí habla de su nieto, y que éste es artista, dice.         Junto a la pintura, De la Serna afirma que nació en la literatura allá por 1977, con un cuento que se quedó perdido en algún lugar del desierto de Atacama, entre Carrizal Bajo y Vallenar. Ahí aprendió que no sólo el amor sino que también la palabra movía montañas.        De origen incierto su bisabuelo fue gaucho y cuatrero de profesión, el que por pasos fronterizos, arrancado de la Argentina llegó a Chile, sin por ello dejar de vivir fugado, cruzando una y otra vez la cordillera allá por el 1900, siempre en busca de ganado del bueno, como cantaría Patricio Manns. Atrapado por el amor, el bisabuelo se radicó en las faldas cordilleranas. Para no dejar huella, nunca le dio su nombre a sus retoños. Vicente de la Serna, con el apellido de la bisabuela a cuestas, vivió de niño las historias del bisabuelo, las que con entusiasmo le contaba su progenitor.        Don Gobardo, el abuelo paterno, fue cantor de tangos y boleros; guitarra en mano, se ganaba la vida llenando de música la bohemia del desierto. Vicente de la Serna lo recuerda siempre con la guitarra a cuestas, tocando en clubes y bares, atacados por el calor de día que casi fundía las calaminas, y por el frío que pelaba la piel por las noches. Además, el abuelo entonaba valses, zambas y vidalitas, siempre a capela, las que se conversaba en el taller de su padre, al compás de su guitarra y más de una botella de vino, lo que sacaba de quicio a su madre.        Un día, al abuelo la vida le dijo hasta aquí nomás, no sin antes dejarle un libro de arte en sus manos y una tristeza eterna a su progenitor, quien, desde la niñez, huérfano de madre, carpintero e incansable soñador, lo apoyó en todo lo que elevara el espíritu, dándole la libertad que la dictadura no le dio.         Con su padre y sus hermanos, Vicente construyó casas y sueños, mientras su madre se partía el espinazo criando a siete hijos, dos y más perros, unos gatos callejeros, más decenas de gallinas que cuando dejaban de poner huevos iban a parar a la olla.        Rebelde con causa, seguramente infectado por el bichito del bisabuelo, Vicente de la Serna quería irse lejos, más allá de los cerros y de la sequedad eterna del desierto de Atacama.         Su primera escapada fue aventurarse Cordillera de los Andes adentro. Por ese entonces, sus posesiones no eran más que el sol del desierto, sus quince años, miles de sueños, un bolso prestado para una muda de ropa, un cepillo de dientes y sin un peso en el bolsillo. „El hombre tiene que salir a buscarse la vida. La señora Paula te dará trabajo“, le dijo su progenitora. De la Serna vivió la soledad de los cerros, la hospitalidad de la gente, los platos de porotos con riendas, las borracheras de semanas completas de los huasos, los que se juntaban cada día a recomponer el cuerpo, para emborracharse de nuevo.        En medio de los cerros conoció el amor, el desamor, la solidaridad, el agua de los deshielos, los helados de nieve, el sol abrazador y las noches eternas mirando a las estrellas. Recuerda que una noche le prestaron una radio con las pilas gastadas, que entre sonidos y murmullos acarreaban voces ancestrales, las que parecían haber quedado atrapadas en las alturas de la cordillera.        Vicente terminó la secundaria, se sacó de encima por cueva (suerte) el servicio militar - una abominable pérdida de tiempo, afirma. Ingresó a la Universidad de La Serena a estudiar Física y Ciencias Naturales, porque según él era bueno para las matemáticas. No estudió arte porque no tenía un peso ni para una acuarela. Y en el Chile militar todo se pagaba, hasta la rebeldía.        Corría el año 1984. De la Serna se involucró activamente en la lucha contra la dictadura. Pintaba retratos en el comedor de la universidad para hacerse de unas monedas, además de ayudarle con dibujos y pinturas a algunos estudiantes de arte. También se arriesgó con planos y dibujo técnico, aunque a muchos estudiantes no les cobraba un mango (nada), afirma. Ahí nuevamente conoció el amor, el desamor reincidente, el sexo libre, porque no tenía ni para un helado, y esa amistad incondicional y eterna con maravillosas personas que guarda en su corazón.        En una marcha antidictadura, en un día nublado de domingo de 1985, los militares lo tomaron preso. Sin mediar proceso, esa misma noche fue encarcelado y confinado en una celda de castigo. Puesto en libertad, poco tiempo después, en marzo de 1986, fue definitivamente expulsado de la Universidad. Se escapó del juicio y de los militares. Fue condenado en rebeldía por la Justicia Militar. Vivió con orden de búsqueda y captura en todo el país, por casi ocho años. Sufrió la semiclandestinidad, se trasladó a la capital, donde gracias a una beca de una fundación que desconocía, estudió sociología en la mítica Universidad de Artes y Ciencias Sociales, ARCIS.         Con el tiempo participó en exposiciones colectivas, de las que guarda buenos recuerdos y poco éxito económico.         Para hacerse de unos pesos, pintaba copias de Dalí, Picasso, Monet, Murillo, Pietro de la Francesca, Diego Rivera, el Greco, Gaugin, Modiglianni, Camilo Mori, entre un abultado etcétera. „Pero siempre le puse una R - afirma -, escondida al lado de la firma o por una de sus esquinas“, para que no lo acusaran de falseador, aunque considera que más bien era un pintor de ilusiones, por eso de que a muchos les hace ilusión acceder a una pintura que nunca se podrán financiar. Durante los años 1987-1993, lo que pintaba lo vendía en la Galería Casa Azul ubicada en el bohemio barrio Bellavista. Le robaron algunos cuadros, siendo aún un perfecto desconocido, lo que hasta el día de hoy lo llena de un cierto orgullo: „Al menos el ladrón sabía de arte“, sostiene. Hoy conserva un par de cuadros de la época. Por ese entonces diluía los colores lo más posible, de ahí la falta de fuerza de los tonos. „Es que así podía pintar más“, afirma, debido a su inseparable inestabilidad financiera y del costo estratosférico de un pomo de óleo.        Pese a la cualidad inhumana de un régimen criminal, en donde las muertes parecían cotizarse en la bolsa, De la Serna logró terminar sus estudios de sociología. Aparte de lavar platos, realizó diferentes trabajos de edición y recopilación de información. Poco después trabajó durante tres años en la Comisión para América Latina y el Caribe, CEPAL, de las Naciones Unidas.        Sin casarse, con dos hijos y sin poder salir del país, „de aquí nos vamos“, dijo. Partió a España, no sin antes hacer malabares junto a la Fundación de Ayudas Cristianas (FASIC), para que no lo encarcelaran y poder obtener su pasaporte. Con una orden de búsqueda y captura pendiente, la dificultosa salida del país es otra historia.        Llegó a España. Cursó doctorado en Sociología en la Universidad de Valencia. Por ese entonces siguió pintando retratos al óleo por encargo. En 1995 se fue a Alemania, en donde ejerció varias oficios, como taxista nocturno, editor de una revista bilingüe - sin plata pero con aspiraciones -, artista callejero, pintor de paredes de edificios en ruinas y cuadros de ilusiones, o lo que había que pintar.        En Alemania dirigió por siete años la revista bilingüe ELRINCON. Luego fundó la empresa Wall in Colours (2005-2016), con la cual intervino artisticamente fasadas de edificios, aunque la técnica 3D fue la que le permitió obtener mayores réditos. En plena Crisis Financiera, realizó una acción de arte en Frankfurt, frente al entonces Central Bank, vendió graffitis sobre lienzo en la calle, hasta que le saliera otro fasada, esperaba ... y que por suerte salió.        Realizó durante dos años (2010-2012) una exposición permanente en el Centro Comercial, LuisenForum, en Wiesbaden.        Sus intervenciones murales van desde los 30 metros cuadrados, 100 mt2, 600 mt2, hasta los 1200, lo más grande que ha pintado hasta hoy, „Fue en Oberursel, en un asilo para ancianos. Al poco tiempo que se convirtió en un atractivo turístico para la ciudad. „Al menos eso dicen las malas lenguas“, afirma.        En el año 2009 fue llamado para un proyecto mural en Berlin, por el saliente gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, lo que aceptó entusiasmado. Meses después, el proyecto mural se vio truncado por el gobierno entrante de Piñera, cuyo embajador tenía miedo que el artista (literal) pintara a Victor Jara con las manos cortadas. Un año de esfuerzo autofinanciado lo dejaron para variar con sus finanzas por el suelo.        De visita en Grecia, tuvo la ocurrencia de ir a la Isla de Rodos, donde desde niño siempre quiso ir. Tal visita provocó que organizara el proyecto de la reconstrucción del Coloso de Rodos. Todos –casi todos—creyeron que el artista no estaba en sus cabales, a lo que él se limitaba a responder. „Eso se lo deben decir a los griegos de hace 2000 años, que con una tecnología rudimentaria lo construyeron.“ Pues bien, dedicado a renovar fasadas y arquitectura de interiores, logró financiar varios viajes a la Isla, convencer a otros soñadores, incluyendo reuniones con autoridades griegas, que amaban el proyecto, afirma. Luego se fue todo al traste. En medio de la crisis financiera internacional, Grecia cayó en un hoyo económico, crisis social y política, que afectó a media Europa. Pero el artista seguía en sus cuartos hasta que la realidad dijo que no. Aún hoy piensa que el proyecto es viable... sólo hay que tener la gente adecuada, de quien cree que los sueños pueden hacerse realidad, afirma, aunque haya que financiarlos.        En el 2016 hasta el 2018 vivió nuevamente en Chile. Dio seminarios en SERCOTEC, una institución técnica del estado. Pero por eso de vivir libre, decidió vivir en el campo, vendiendo plantas y flores, con quienes le dieran su ayuda y el amor, al que no termina de renunciar.         El 2019 lo afecta un cáncer.         La pandemia y la enfermedad le permitió retomar la escritura.        En los noventa autopublica su primera novela „Cariño Malo“, en Alemania, realizando lecturas en Wiesbaden, Francfort, Berlín y Munich.        En 2023 publica en Argentina su poemario "Impronta Depresiva", con la editorial Zeta Centuria Editores.        En 2024, con United p.c. Verlag de Austria, publica por primera vez en idioma alemán "Te Deum des Todes. Band I. Es war obzön zu leben." En marzo del 2025 publica "Te Deum des Todes. Band II. Der Sieg des Scheiterns." El mes de abril del mismo año publica con Las Lolas Editorial, "Las Ultimas Sangres", un primer libro de una saga de tres.        En lo literario, ha colaborado con distintas publicaciones en América Latina y Europa.         "24+1 Podcast para van Gogh", es su primer poemario publicado en España.         

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