Muchos le tienen miedo a los tiburones, pero, siendo sinceros, ¿qué es un tiburón comparado con el miedo que ya conocemos desde siempre? ¿Como va a asustarnos una bestia que solo actúa por instinto, cuando hemos crecido rodeados de personas capaces de hacer daño con plena consciencia? Si el mar es nuestra única salida, entonces que sea el mar quien decida. Que nos trague si quiere. Al menos será rápido.Sabemos bien lo que arriesgamos si esto sale mal. Quince años de prisión si nos atrapan. Hambre, miseria, lo mismo de siempre, si nos quedamos. Pero el hambre ya no es una amenaza: es parte de nuestra vida, como el calor, como la espera. Y la prisión… La prisión no siempre necesita muros. A veces basta con estar vivo en el lugar equivocado para sentirse encerrado.Así que nos tiramos al agua. No hay marcha atrás. La luna lo ve todo, y guarda silencio. Nos movemos en balsa sin hablar mucho, con las manos apretadas en los remos y el corazón golpeando fuerte, no solo por el miedo, también por la rabia. Allí está: el tiburón, moviéndose entre las sombras como si supiera que estamos aquí. Pero seguimos. No porque seamos valientes, sino porque ya no hay otra opción.Que vengan los tiburones. Que venga el mar con todo lo que tenga. Los cubanos ya estamos hechos a esto. A luchar. A aguantar. A seguir remando aunque todo nos diga que no vale la pena.
Aún no hay valoraciones. ¡Sé el primero en valorar este libro!