Llueve con mano fría y el viento está inquieto y
desorientado. Esto es lo que asusta a las hojas del roble,
que susurran entre sí, tal vez despidiéndose, antes de
dejarse, abandonadas, a que el viento las olvide. Pero es
que la naturaleza que vive es así para la muerte. Como
para nosotros. Lo mismo que con nosotros
*
Los recuerdos son esa pasión que ha merecido, sin
duda, consumarse, pero el tiempo, poseedor del frío
y la medida, los ha reducido a fragmentos que, a buen
seguro, tardaremos en volver a ver unidos
*
¿Ella mira o solicita, en su mirar, el ser mirada? La
certeza no existe y uno queda prendado en el secreto
ancestral de la conquista
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