Husmea la muerte corazones fértiles en noches eternas de primavera, se atropellan los pétalos borriqueros en la última salida de la era. De ojos niños en tremendo alarido fueron cercenadas su candela, antes que el cielo se envuelva con su manto negro, se olvidará de quererla. En bandada abandonan mis lágrimas la arboleda de mis ojos. Cansadas de tanto entuerto fueron a arroparse con mantones leprosos. ¡Nos arrastró la marea de bucles vanidosos¡ Santos escayolados que aporrean nuestras torres de humos cazalleros. Te doy mi pecho para que respires a bien; ¡por caridad, sal de tu lecho¡ y acuérdate de volver; te regalo absurdas poesías, te las dejo en el tabaque de mi máquina de querer.
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