A la sombra de un precepto crecen los grupos humanos. Política y moral solo perviven bajo el pretexto de un no saber, sub specie ignorantiae. La fuerza de la ley es el temor y la esperanza ante la ley. Es posible conocer el mundo, pero, paradójicamente, el ser humano está condenado a no conocer su propio origen. Porque solo ignorando la verdadera causa de la ley es posible que esta coerza y el deseo que la justifica persiste. Por eso aceptamos no hablar de nosotros mismos, aunque hablemos de las leyes. De nosotros mismos ni hablar. De nobis ipsis silemus.
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