La lógica de lo evidente es una obra que nace de la curiosidad, avivada por incontables horas de tren volcadas en la lectura. Cada uno de aquellos trayectos fue testigo de la sorpresa que se esconde tras las ideas y los conceptos encerrados en esos libros.
Hechos, supuestos, hipótesis y teorías se cruzan, al cambio de agujas entre sus páginas, con evidencias, creencias y otras tantas verdades incuestionables. De aquella confrontación emergió el interés por hallar la lógica que construye el ser humano para convertir lo que conoce en evidencia.
Las trampas del lenguaje, los ardides del debate, la obviedad de lo que se pretende mostrar como incuestionable combaten con la reflexión filosófica, la refutabilidad de la ciencia y las ideas del autor, ilustradas en forma de relatos. Todo en su interior está dispuesto para iniciar un combate que pretende desarmar la evidencia.
Y, como el proceso de demostrar que algo no existe es infinito, el texto devuelve el testigo a la evidencia, dejando que sea ella la que quede en evidencia al intentar demostrar que sus verdades no se pueden cuestionar.
El libro que tiene en sus manos es el reflejo de una batalla entre la duda —nuestra herramienta más poderosa— y la evidencia que, precisamente, destierra todo cuestionamiento. La lucha perdura desde los albores de la conciencia, pues de ella nace tanto la evidencia como el cuestionamiento.
Una obra cuya lectura reafirma a la pregunta y hace dudar a la evidencia.
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