Isabel era una brillante doctora e investigadora ibicenca, especializada en oncología molecular, halagada por la comunidad científica internacional y envidiada por sus compañeros de trabajo, aunque ninguno de sus logros profesionales conseguía colmarla. Solo por las noches, en la terraza de casa, observando las estrellas con su telescopio, conseguía hallar algo de sentido a su errante vida. Pero aquella mañana todo cambió. No debió fotografiar en el hospital el diario de aquel paciente. No debió asistir a aquella conversación. No debió cruzar la línea. O quizá sí…
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