A principios del siglo xix, Sanlúcar de Barrameda se vio azotada por la execrable epidemia de la viruela, la afección contagiosa más letal del Antiguo Régimen. Sin embargo, entre 1804 y 1807, la Real Sociedad Económica de Amigos del País resolvió desafiar a la fatalidad tras embarcarse en una impredecible empresa: impeler una campaña popular gratuita de inmunización, valiéndose de la serosidad de la viruela vacuna. Además, sus comisionados esparcieron el antídoto por los municipios de Chipiona y Trebujena.Fueron aproximadamente 885 sujetos quienes recibieron la protectora inyección. Generaciones de sanluqueños se salvaron gracias al ahínco de un puñado de ilustrados, que creían ciegamente en la ciencia médica para erradicar la infestación. De manera altruista, la Junta o Comisión de la Vacuna inoculaba el pus a los más desamparados en la sede matriz de la Sociedad Económica ubicada en el Hospicio de Niñas Desamparadas de Nuestra Señora de la Concepción (antiguo convento de la Compañía de Jesús). Pero incluso los cirujanos llegaron a vacunar con agujas de precisión en viviendas particulares.Recién nacidos, zagales, hombres y mujeres de toda condición, profesión y edad de Sanlúcar de Barrameda comprendieron que la inoculación de la acuosidad vacuna había revolucionado el campo de la medicina tradicional y que no solo rezar a Dios era suficiente para esquivar la guadaña de la muerte.
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