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Tienes en tus manos una novela que no es solamente histórica, ni únicamente romántica o negra. Es las tres cosas y algo más. Es una novela que apenas se separa de la realidad, una obra cien por cien antropológica. El amor, el desamor, el abandono, la muerte. La farsa y el montaje de tantas religiones como mecanismo de manipulación y alienación. La soledad, ese eterno problema del ser humano.
Carmen Posadas, la grandísima escritora y lectora cero de 357 Magnum. Por ti me juego la salvación, lo ha expresado con la claridad y el estilo que la caracterizan: "Amor y muerte en la nueva novela de Manuel Avilés, con todo el talento que le es propio". Por ti me juego la salvación no es solo una frase, sino toda una declaración de intenciones.
una frase, sino todo un pliego de intenciones.
He disfrutado durante cuarenta años en las cárceles españolas. Desde los grandes motines carcelarios de 1977 hasta la desintegración de la banda terrorista ETA, recorrí mil y un destinos, siempre en puestos cada vez más incómodos que el anterior. Ninguno tan frustrante, decepcionante y oscuro como el de director del Psiquiátrico Penitenciario de Alicante. No por los enfermos, sino por algunos que, en teoría, debían trabajar allí pero se dedicaban a otras cosas.
Dirigí las cárceles de Nanclares de la Oca, en Álava; Picassent, en Valencia; y Palma de Mallorca. Durante años, junto a Antonio Asunción y Juan Alberto Belloch, trabajé en la lucha contra el terrorismo etarra. En todo este tiempo, aprendí a valorar a la gente honesta, trabajadora y fiel.
No odio a nadie porque la vida es demasiado corta para perder el tiempo odiando. Pero desprecio a los vagos, a los que se pasean con un folio en la mano fingiendo que trabajan. A los pelotas, a quienes son sumisos ante el poder y, al mismo tiempo, rígidos y autoritarios con los débiles. A los trepas que hacen política de pasillo, a los correveidiles y a los farsantes. A los que difunden intrigas y rumores maliciosos con fines interesados. A los cobardes. A los que roban a los pobres. A los meapilas, y a esos obispos y curas que faltaron a clase el día que explicaron a los profetas y se acomodan junto al poder para vivir como Dios, sin que Dios haga nada por liquidarlos.
La vida es demasiado corta para no hacer lo que te gusta y para no dejar que tu perro duerma en tu cama. Me jubilé —convencido de que lo merecía— para dedicarme a las motos y a la literatura, dos actividades que intento usar como blindaje contra la decrepitud. Eso hago, y que llegue La Parca cuando no quede más remedio.
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