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Caminas por la orilla del mar, con tu silencio y tu sombra mojada. Las gaviotas, en coro, ensayan sus últimos vuelos, cansadas del peso de sus alas. El salitre, bañado de azules, navega por el viento, en busca de unos labios que besar. Las olas, con su ensueño de olvidos, destierran tus huellas a su paso. Y la luna, con su mármol en flor, ya se asoma a las ventanas de la tarde.
Entonces, detienes tu mirada en el crepúsculo lejano, en la línea precisa que divide los cielos y las aguas e, inclinando suavemente tu cabeza hacia un lado, descubres la verticalidad del horizonte, contemplas la realidad (y sus ficciones) desde otros ángulos, desde otras perspectivas. Y así, en tus ojos inmaculados, florecen los Horizontes Verticales, dónde la Poesía, vestida de nubes, nos aguarda, con sus respuestas sin pregunta, con su perfume de eternidades delicadamente bordadas en el frágil cuello de su camisa, siempre blanca.
AUTOR
Rondaba el verano de 1987 cuando yo, Antonio José Ríos Espinosa, tuve a bien nacer en Málaga. El candor y el abrigo de mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos y primos, mis amigos… Mi familia. Todos mis recuerdos de infancia y juventud, por suerte, acaban siempre allí: en ellos.
Estepona me vio partir hacia mi periplo universitario por la capital malacitana, y vestida de flores quiso recibirme al regresar, acompañado de un pedacito de Jaén con vistas a una aurora granadina: Alicia, siempre Alicia.
De profesión Economista, hoy tengo el honor de dirigir la empresa familiar y así, entre impuestos y contabilidades, y cuando las musas se dejan besar por las esquinas de las horas, mi alma inclina su cabeza a un lado, en busca de nuevos horizontes verticales donde la Poesía, con su voz de primavera, se acerca a mí, tímida y hermosa, ofreciéndome sus pétalos de luz.
Rondaba el verano de 1987 cuando yo, Antonio José Ríos Espinosa, tuve a bien nacer en Málaga. El candor y el abrigo de mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos y primos, mis amigos… Mi familia. Todos mis recuerdos de infancia y juventud, por suerte, acaban siempre allí: en ellos.
Estepona me vio partir hacia mi periplo universitario por la capital malacitana, y vestida de flores quiso recibirme al regresar, acompañado de un pedacito de Jaén con vistas a una aurora granadina: Alicia, siempre Alicia.
De profesión Economista, hoy tengo el honor de dirigir la empresa familiar y así, entre impuestos y contabilidades, y cuando las musas se dejan besar por las esquinas de las horas, mi alma inclina su cabeza a un lado, en busca de nuevos horizontes verticales donde la Poesía, con su voz de primavera, se acerca a mí, tímida y hermosa, ofreciéndome sus pétalos de luz.
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