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La élite mundial llevaba décadas viendo cómo la creciente humanidad esquilmaba los finitos recursos del planeta Tierra, e ideó una forma de combatir la superpoblación. Ellos no podían asesinar a las personas sobrantes, así que ingeniaron un plan para que fuesen los propios seres humanos los que acudiesen al matadero. Una forma limpia de matar a la gente eran las inyecciones: no podían mandarlos a una cámara de gas como en el Holocausto. Las inyecciones letales se habían probado durante décadas en las prisiones de Estados Unidos con los condenados a la pena de muerte: era una muerte limpia y segura. Pero los millonarios del planeta Tierra se enfrentaban a un doble problema: había que convencer a la población mundial de que fuese ella misma a inyectarse el veneno —no la podían obligar, pues sospecharía—, y había que convencer a las autoridades sanitarias de que inyectasen ese veneno creyendo que era la cura a la humanidad. Aparte, ese veneno no podía matar al momento, porque entonces nadie más se inocularía. Para ello había que inventar una pandemia, aunque fuese falsificando los datos de infección o de mortalidad de un virus, y comprar a los medios de comunicación para que difundiesen esa mentira. Y los humanos, aterrorizados tras tres meses de pánico por un encarcelamiento ilegal en sus hogares, acudirían corriendo a los médicos y a los centros de salud a que les inyectasen lo que les habían hecho creer que era la cura para esa falsa enfermedad. Nunca hubo tal pandemia.
Tras años de experimentos, vieron que la gripe aviar o gripe A no asustaba: había que inventarse un nombre nuevo, desconocido, que causase pánico en la población. A ese virus se le llamó COVID-19. Pero había una segunda parte del Plan o de la Plandemia, se llamaba Marburg (o virus de Marburgo).
Emilio García Ranz, periodista licenciado en la UPV-EHU en la promoción de 1998, es un escritor autista asperger. En el año 2021, escribió cuatro novelas (una inédita), dos de ellas de ciencia ficción. Covid-19 la gran conspiración (230 páginas), la precuela de esta, la escribió en cinco días —tres tardes después de venir de la playa y un fin de semana nuboso— en agosto de 2021, saliendo la misma publicada en Círculo Rojo en octubre de ese mismo año, mes en el que en cuatro días —o, mejor dicho, tres días y medio, de domingo a miércoles por la mañana— escribió, inspirado, la segunda parte de ella o continuación, que es el presente libro: Marburg. Plandemia (250 páginas). Esta misma la pulió y completó añadiendo capítulos durante las tres semanas posteriores, ante la evolución de acontecimientos que sucedieron en noviembre del año pasado, para dotarla de actualidad. Y es que Emilio, al ser periodista, se toma muy en serio el periodismo, concretamente, el de investigación, por lo que, aunque estemos ante una novela de ciencia ficción, el autor se ha basado en la realidad, reproduciendo artículos periodísticos y haciéndose eco de noticias reales con los datos tal cual fueron publicados.Para la elaboración de cada uno de estos libros (Marburg y COVID-19 la gran conspiración), recurrió a más de ochenta fuentes bibliográficas, aportando informaciones y datos científicos publicados por prestigiosos canales como NBC science o la famosa y reputada revista The Lancet. Todo esto para conocer fuentes oficiales, porque Emilio también se involucró en conocer el otro lado y la postura de los tachados como «negacionistas», siguiendo durante seis meses catorce canales mal llamados «negacionistas» en Telegram y siendo miembro de V V España (al cual dedica el epílogo de este libro).
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