Nadie

Elena Guelbenzu y Pablo Reznick llegan a Nueva York en pleno verano. Él, neurocientífico, pasará un año en la Universidad de Columbia cumpliendo con una estancia de investigación sobre la huella de la memoria. Ella ha decidido aprovechar ese tiempo en alguna actividad física y aparcar, al menos durante ese periodo, la investigación filológica a la que se ha dedicado de tiempo completo. Vivirán en un departamento frente a Prospect Park, en el barrio de Brooklyn. No conocen a nadie. En su recorrido por las calles del barrio, Elena se topa con Birendra Anhalt, Homs, que va por la vida disfrazado de Homero Simpson. El siguiente en presentarse es Rupert, enigmático fotógrafo croata, vecino del edificio. Él será quien los introduzca a su grupo de amigos: Alejandro Witzman, francés de origen, periodista y fantasma de profesión. Edymar, la modelo venezolana; Shoshana Feder, considerada la oveja negra de una familia judía ortodoxa, que optó por estudiar diseño de moda en Parsons y haber montado su propio atelier de alta costura será decisiva en el nuevo camino de Elena: todos extranjeros, todos transterrados en busca de aquello que en sus países no encontraron, ofrecen a Elena distintas facetas de la amistad. A todos ellos los estremece un siniestro hallazgo en el museo de Brooklyn. El grupo de Elena decide reunir las diversas armas de sus oficios para identificar al asesino. La cacería los llevará a investigar en otros estados, a recurrir a conocidos en Quantico, y a descubrir que, la de su querido museo, no es la primera víctima. Esta carrera les impide ver que el asesino también va tras sus pasos. Novela coral narrada a varias voces, por momentos indistintas, sin que eso entorpezca el entretejido que va perfilando la personalidad de un hombre desgarrado por pecados ajenos.