La niña miraba asombrada a su alrededor: un gato rosa que la observaba y le guiñaba un ojo, una tortuga de lunares con un periódico bajo el brazo, bueno, pata delantera, que le sonreía... dos grandes lámparas de techo flotando por la habitación, sin sujeción a sitio alguno; un teléfono con orejas, boca, pies y manos; puertas situadas a más de un metro del suelo sin escaleras ni rampas o accesos por los que se pudiera llegar a ellas, totalmente pintadas de flores... Sin embargo, todo el conjunto resultaba muy simpático, y había un no-se-qué en el ambiente que infundía confianza. Se estaba a gusto allí...
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